Hablar del maíz es hablar de nuestros ancestros. Alimento básico de las poblaciones americanas desde 7000 años a.c., piedra fundamental de la economía, tributo y redistribución del excedente, el maíz hizo posible las culturas, desde Tiwanaku a los incas, desde los arawak a los mayas, de la costa a Los Andes, de la Amazonia al Chaco. Representado en las diferentes formas de arte de la mayoría de las culturas preincaicas y del incario y en las imágenes de piedra y cerámica en México, convertido en chicha permitía brindar hospitalidad y reciprocidad y facilitaba la integración y diferenciación social.

Conocemos el maíz desde que nacimos, alimentados por los choclos, en todas sus variedades y presentaciones: en api, tojorí, mazamorra, somó y chicha; humintas al horno o al vapor, en tostado, mote y tamales, en laguas, guisos, ensaladas con verduras cocidas o simplemente con un pedazo de queso o en panes, tortillas y maicillos.

Cuando llegaron los españoles a América, el maíz se cultivaba desde Canadá hasta Chile. En todas las longitudes y a lo largo de todo el año el maíz madura en algún lugar del mundo. Desde el Norte en Canadá y Rusia, hasta la Patagonia sudamericana, por debajo del nivel del Mar en los llanos del Mar Caspio hasta alturas superiores a los 3600 m en Los Andes; en las llanuras semiáridas rusas a los bosques lluviosos en Colombia; en los veranos cortos de Canadá lo mismo que en los perennes de las regiones ecuatoriales. En el Norte de Italia, Los Balcanes y Rumania, la polenta, elaborada con molido grueso del grano de maíz, fue designado como plato nacional. Colón había llevado el grano americano en su segundo viaje luego de encontrarlo en Cuba.

Siglos atrás, en Mesoamérica un pariente muy extraño del maíz, con pocos granos dispersos, el teosinte, se cruzaba posiblemente con un maíz silvestre ya extinto y con una extraña mata (Tripsacum). Independientemente, agricultores andinos domesticaban el maíz silvestre logrando una gran variabilidad de razas y variantes genéticas muy diferentes a las mesoamericanas, como el maíz tunicado y el chullpi. El maíz tiene el origen más enigmático y polémico de cualquier otro cultivo. Los antiguos agricultores Huari y Tiwanakota lo sembraban y cosechaban.

Los agricultores indios sabe cuál maíz sembrarán en las alturas y en la planicie, saben dónde colocarán los granos del maíz reventón y del mote y cuál pondrán en cada hilera para lograr el maíz que buscan. Cuando broten las mazorcas, amarrarán las panojas de los maíces elegidos a las plantas que cosecharán, pues saben con certeza que razas cruzar para obtener el color, el tamaño y la forma del grano que desean reproducir.

En tiempo de cosecha separan cuidadosamente las mazorcas para secarlas al calor del sol, pintando mosaicos de colores en los campos en invierno. Han manejado el proceso por cientos de años, han heredado los saberes de los antepasados. Comparten las semillas de las que obtienen nuevos colores, formas y variedades.

La soya es un cultivo oriundo de Asia, mientras que el maíz es originario de Centro América y de la región andina, donde se encuentra el mayor número de variedades y parientes silvestres. El año 2001 México fue contaminado con maíz transgénico importado de Estados Unidos, por lo que la región andina quedó como único centro mundial preservado de diversidad genética del maíz. Por la cantidad de variedades existentes, en la actualidad los científicos consideran a la región andina también como centro de origen.

El maíz permitió el desarrollo de las grandes culturas centroamericanas y sudamericanas, es parte de la cultura, de los ritos, de la alimentación y la economía de todos los pueblos existentes en el país, de norte a sur, de este a oeste. Cuando hay escasez de maíz, seguramente los pollos la sienten, pero los habitantes de Bolivia seguimos sirviéndonos el choclo, las humintas, el api, los tamales, laguas, tojorí, somo, mote, tostado, queso humacha, pataska, plato paceño, tortillas o  pan de maíz, durante todo el año. Estos alimentos son elaborados con las diferentes variedades de maíz que se cultivan desde el Chaco a la Amazonia y desde el Altiplano andino hasta el Pantanal, que no son, claro está, las pocas variedades importadas del alimento para pollos.

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